Hijo artístico del Naturalismo y el Impresionismo se afirma con su obra siguiendo a pintores como Domingo Marqués, José Benlliure y Gil, Santiago Rusiñol, Ignacio Zuloaga, Pinazo, Fillol, Joaquín Sorolla… Al fin y al cabo, cualquier propuesta que alimentase su color luminoso y los propios principios dentro de la figuración y la observación directa de la naturaleza.

Durante los años de aprendizaje, su pintura de caballete, sobre todo los paisajes que tanto lo definirán, estará ligada aún al Realismo, Naturalismo y Costumbrismo valenciano de los que es heredero. Pero ya se pueden advertir pequeños indicios del Impresionismo Mediterráneo que lo caracterizaría más adelante.

En los años 20, 30 y 40 cambia claramente de rumbo y apuesta por un Sorollismo de tintas planas. Son composiciones construidas con simplicidad de volúmenes y superficies de colores atrevidos netamente definidas.
En las décadas de los 50, 60 y 70, dentro de la marca de Sorolla, evoluciona hacia su estilo más personal: transparencias, aguadas, texturas empastadas, perspectivas envolventes y combinaciones cromáticas complementarias. Pinceladas sueltas de fresca ejecución con un marcado trazo gestual. Siempre el color al servicio de la luz y la perspectiva aérea.